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domingo, 30 de diciembre de 2018

Me duelen las alas

ME DUELEN LAS ALAS


Me duelen las alas, rendidas del vuelo; el pecho me duele; arriba está el cielo y abajo está el mar. No veo ya el buque. ¿Por qué de él saliera creyendo a la isla de paz duradera poder arribar? El cielo callado no ofrece ni rama que pueda tenerme y fiero el mar brama; ¿por qué te dejé?

Ni en agua ni en aire posible es posarme; las alas me duelen; la sed me enardece: ya casi no veo; la Esfinge me ofrece sus aguas sin fin. Y el canto de cuna me canta tu tumba y espera cantando que pronto sucumba; tragarme ella en sí. Volando, volando, no encuentro un islote ni un tronco perdido; y el viento es mi azote; no puedo posar. 

Las olas traidoras sus crestas me brindan, que fingen peñascos, que tal vez me rindan, me logren tragar. Son olas traidoras, del cielo las crestas; pedrisco tan sólo soportan a cuestas en su cerrazón.


Nos mienten sus flancos; les falta sustento; en ellos no puedo, posada un momento, cobrar corazón. Aire sólo, arriba; sólo agua, debajo; yo sólo mis alas…; qué recio trabajo este de volar. ¿Por qué, oh dulce buque, dejé tu cubierta, volando a la patria, que encuentro desierta, de la inmensidad? Mi buque velero: soñé en tus cordajes del bosque nativo los dulces follajes el nido de amor. Tus velas me dieron su sombra y su abrigo; dejé tu cubierta. 

¡Qué duro castigo me aguarda, Señor! Me duelen las alas, ¡ay!, me duele el pecho, y terribles ganas –abajo está el lecho- siento de dormir; de dormir el sueño de que no se vuelve.

Mi escrespada cama, ¡cómo se revuelve!, ¿qué será de mí? Ahora, mar encima, cielo abajo veo, Todo ha dado vuelta, menos mi deseo; ¡fuerza me es volar! Sobre mí el Océano siento embravece, a mis pies el cielo tiéndese y me ofrece su seno de paz. Sobre mi cabeza ruedan ya las olas; ved que yo me muero, que me muero a solas, sin consolación.

¿Oh, qué hermoso cielo veo en el abismo!; ¿si será aquel cielo?, ¿si será éste el mismo?, ¿si será ilusión? Va el cielo a tragarme, ¿es que subo o caigo?; ¿es que me desprendo, o es que prendo arraigo?, ¿es esto morir? ¿Dónde está el abajo?, ¿dónde está el arriba?, ¿es que estoy ya muerta?, ¿es que estoy aún viva?, ¿es esto vivir?


Oh, ya no me duelen, ved, sobre ellas floto; la cabeza hundida, y en el pecho roto me entra entero el mar. Voy en él durmiendo voy en él soñando, voy en él en sueños volando, volando, sin jamás parar. 
Miguel de Unamuno



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